Yo no soy de ir mucho al gimnasio. Quizás una o dos veces en semana; el resto de la semana hago ejercicios en casa.
Pero aún recuerdo la primera vez que fui al gym…
Me dio un coraje porque ese día todos los que estaban allí…eran casi FISICULTURISTAS
OBVIAMENTE YO NO PENSABA VERME BIEN WIMPY mientras esos gorilas alzaban pesas y se lucían. A mí no me importó y comencé a hacer ejercicios y levantar pesos que estaban BIEEEEN lejos de mi alcance…
Y óyeme…lo logré hacer…el problema es que al final…mis brazos se sentían tan pesados que ni los podía mover
Literalmente…no los podía mover. Al punto que apenas podía hacer tareas básicas…
O jugar con mis sobrinos!
Pero con el tiempo seguí manteniendo mi rutina (más a mi paso) hasta que mis brazos se acostumbraron al dolor y al esfuerzo.
Ahora era todo lo contrario…no sabía medir la fuerza…
Si alguna vez te has expuesto a algo que está fuera de tu zona de confort, vas a sentir algo parecido…
Vas a sentir que todas tu debilidades salen a flor de piel y que estás completamente vulnerable. Vas a sentir que haces el ridículo y que lo mejor es renunciar.
Hasta que en un momento dado tu cuerpo, tu mente y tu espíritu reaccionan al dolor y al esfuerzo que has sobrellevado y comienzas a ver cambios. Lo que de momento era difícil comienza a ser natural hasta el punto que te sorprendes porque no sabías que tenías ese potencial dentro de ti.
El dolor y el esfuerzo es el resultado inicial de obedecer al llamado que Dios hace en ti a través de lo que te apasiona.
El crecer y descubrir tu potencial es el resultado de ser perseverante en medio del dolor que conlleva salir de tu zona de confort.
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