Si has estado leyendo el blog hace un tiempo, quizás hayas visto este cómic. No, no lo estoy reciclando. Lo que pasa es que el artículo que hice la primera vez no me gustó, así que estoy haciendo un Reboot. ¡JA!
A mí me gusta Iron Man. Pienso que sería bien cool tener esa armadura y volar a toda velocidad por los aires; si no fuera por el hecho que me mareo con facilidad. Ahora me mareo hasta rodando en la silla de mi oficina para alcanzar un objeto lejano.
Lo que no creo es que sea buena idea orar por otras personas con esa armadura (de ahí nació el cómic). Lo curioso es que mucha gente trata la oración como si fueran Iron Man.
Me explico…o trataré…
En Iron Man 3, a Tony Stark le dio una obsesión con crear más y más armaduras porque se sentía débil e indefenso. Se refugió tanto en las armaduras que se le olvidó qué era lo que realmente las hacía poderosas…él…el creador de las armaduras.
Yo escucho diciendo mucho a algunas personas que dicen: “Yo soy una persona de oración, conmigo nadie se mete”. A lo cual digo: AMEN. Súper.
O escucho…”Yo uso el poder de la oración”. Excelente.
O mira estos “auto complete” de Google:
– Cómo orar a Dios
– Cómo orar por los enfermos
– Cómo orar por las ofrendas
– Cómo orar en el espíritu
y mi favorito
– Cómo orar en lenguas
En serio…¿hay un tutorial sobre cómo orar en lenguas?
Es como cuando Tony Stark hizo una armadura para cada posible situación que pudiera encontrarse. Es como si necesitáramos un arma poderosa particular para cada situación. Acumulamos un repertorio de oraciones que podamos lanzar ante cualquier amenaza o situación difícil sin pensarlo dos veces porque “La oración tiene poder. Pelea con el poder de la oración.”
Aquí viene la verdad sobre el poder de la oración:
La oración no tiene poder.
No me apedreen…todavía. Déjame explicarme.
…
Ok, no tengo nada que explicar…es la verdad.
La oración no tiene poder absoluto. El verdadero poder detrás de la oración viene de Dios. Él es quien tiene poder.
En Lucas 18: 1-8, vemos la historia de la viuda y el juez injusto. Mucha gente usa esta parábola para hablar del poder de la oración, pero si lo vemos con detenimiento la parábola nos habla en la persistencia de depender de Dios en medio de nuestros procesos de vida, pero el poder viene de Dios, no de tu oración bien definida. Hay un buen artículo sobre esta parábola que puedes leer. Puse el enlace al final de este artículo.
Mira el extremo de lo no-existente que es el poder de la oración que ni siquiera el mismo Jesús logró que su oración hiciera lo que él quería. Me refiero a cuando estaba en el monte que dijo: “si es posible, pasa de mí esta copa.” Pero rápido recordó quién es el que posee el verdadero poder y remató “pero que no sea haga mi voluntad.”
Pero la Biblia dice orad sin cesar…
Claro que es importante que oremos constantemente. La oración es la línea directa de nuestra vida al corazón de Dios. Por supuesto que necesitamos orar, porque necesitamos comunicarnos con nuestro amado Dios. La oración abre nuestro corazón y Dios nos ayuda a entender qué es lo que realmente necesitamos para madurar y crecer. Mira el libro de Job para que veas cómo la oración nos permite conocer mejor a Dios y su propósito con nosotros.
Pero la oración no es para manipular Dios, no es para matar al diablo, no es para hacer que lo que no nos gusta cambie por nuestros pantalones; pero hay quienes insisten en que ahí está el poder de la oración.
NO..
La oración es para ti. La oración es para mí. La oración no es para demostrar que somos poderosos, la oración es para reconocer que somos débiles y por eso nos refugiamos en su poder.
El problema de depender en el poder de la oración
El peligro de confiarnos en el poder de la oración es que nos aferramos en qué oración podemos hacer para manejar cada situación según nuestro deseo. ¿Y si hablo en lenguas, mi oración será más poderosa? Si no uso las palabras correctas en mi oración, este enfermo no se va a sanar. Entonces pasa como pasa en el cómic y como casi pasa en la película de Iron Man: Aquello en lo que depositamos tanto poder puede lastimar a otros porque estamos operando con nuestros deseos y nuestras agendas, no la de Dios.
Cuando me quedé sin trabajo en el 2013, hablé con algunas personas antes de que sucediera (porque lo veía venir). Más de uno insistía: “estoy orando para que te quedes ahí por muchos años más. Créelo conmigo y nos ponemos de acuerdo (*Nota: aparentemente eso le da como 100 puntos a las oraciones) porque la oración tiene poder.”. Eso me confundía más porque yo no quería estar en ese trabajo. Yo lo que le pedía a Dios era que no me faltara el sustento en el camino, pero como esta persona era de oración, y según ella tenía que quedarme allí, cuando la verdad era que esa no era la voluntad de Dios. Yo agradezco la solidaridad de esa persona, pero aunque su intención era buena, no se preocupó en indagar primero cuál era la voluntad de Dios en esa situación; sino que simplemente se aferró en el poder de la oración para pedir lo que entendía que tenía que ocurrir.
Por otro lado, cuando reconocemos que no importa como oremos, Dios es quien tiene la última palabra, nuestra actitud respecto nuestras oraciones cambia. Sí, seguimos apelando nuestro caso y pidiendo lo que desea nuestro corazón, pero cuando Dios dice sí o dice no…podemos repetir lo que dijo nuestro maestro: “Que no sea mi voluntad, sino la tuya.”
Una persona de oración no es el que se para a exigirle a Dios y luego alardear sobre eso con sus hermanos. Muchas veces son esas personas las que no se preocupan por conocer el corazón de Dios y hablan de parte de Dios desde su punto de vista y venden falsas esperanzas a sus hermanos. La verdadera persona de oración es el que conoce el corazón de Dios a tal punto que puede entender un Sí y puede entender un No.
La oración de Abraham vs la de Jonás
Y antes de que pienses que estoy en contra de la intercesión, mira mi ejemplo favorito de lo que es la verdadera intercesión. Cuando Dios le dijo a Abraham que iba a destruir a Sodoma, él comenzó a interceder por la ciudad. Le decía: “Sí encuentras 100 justos, perdonas la ciudad”. Luego siguió bajando el número de justos para que Dios tenga misericordia. En cada momento Abraham quería conocer el corazón de Dios para asegurarse de lo que pedía estaba de acuerdo al corazón de Dios. Al final, Dios no encontró el mínimo de justos que le pidió Abraham, (pero contestó su oración, salvando a Lot y destruyendo al resto.)
Por otro lado mira a Jonás. Dios lo envía a predicar a Nínive porque Dios pensaba destruirlos. Jonás suelta la palabra y luego se va a un monte a esperar a que Dios destruya la ciudad. Cuando no ocurre, Jonás se molesta y le reclama a Dios. Pero el corazón de Dios estaba orientado a la misericordia, pero Jonás no se preocupó por conocer el corazón de Dios; sino a aferrarse a su propia agenda.
¿Cuantas veces no nos molestamos con Dios porque no contesta nuestras oraciones o las contesta bien diferente a cómo queríamos? Entonces Dios nos falló o es malo. No. Lo que pasa es que pusiste más fe en el poder de la oración que en el mismo Dios a quién orabas.
No seamos como Iron Man que busca la oración perfecta para cada cosa para sentirnos en control. Seamos como Jesús que abrió su corazón delante de su padre y descubrió su temor y la debilidad en su carne para aceptar la voluntad mayor de aquel que tiene todo el poder y todo dominio.
Booyaahh…digo…Amén.
Un buen artículo sobre la parábola de la viuda y el juez injusto.
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